(Largo) Compás de Espera

EsperaBeFunky.jpgTengo una percepción del tiempo algo extraña con el embarazo. Por un lado, diría que todo ha sido muy rápido. Parece que fue ayer cuando Diana me sorprendió con aquel ‘¡Estamos embarazados!’ y, sin embargo, ya han pasado casi diez meses con sus 39 semanas a cuestas. El invierno, la primavera y el verano que abandonamos la noche del domingo han visto crecer la barriga de Diana. Sera el otoño el que tenga el privilegio de ver el final de un proceso que, por otro lado y si echo la vista atrás, me da la sensación de que ha sido eterno. Sobre todo cuando nos topamos con otra embarazada y nos dice, por ejemplo, que está de 20 semanas. Entonces, inconscientemente, ambos retrocedemos a nuestra semana 20 y viajamos en el tiempo hasta mayo. Y nos da una pereza…

Podríamos decir, no obstante, que la sensación que predominaba es la de que todo había pasado con bastante ligereza y celeridad. Y le pongo cursiva a ese ‘había’ porque esa sensación sólo es aplicable hasta la semana 36. Desde entonces cada día parece tener 48 horas y cada semana 14 días. Como si alguien le hubiese dado al botón de slow del mando a distancia de nuestras vidas y todo sucediese a cámara lenta. Hasta la dependienta de la panadería parece ir más despacio para servirme y cobrarme una barra de pan. Todo se ha ralentizado como por arte de magia.

Creo que sólo el ansia por cumplir la mayoría de edad me colocó ante una situación semejante, aunque entonces los motivos eran otros, algo que pone de manifiesto que me hago irremediablemente mayor (por no decir viejo). Ahora es Mara el motivo de mis desvelos. El objetivo  que el tiempo parece aplazar con su lento discurrir. Entonces, allá por el 2002, cumplir los 18 significaba muchas cosas. El inicio de una nueva vida en la Universidad, fuera del reducido mundo en el que me había movido siempre. Un cierto aroma a libertad. El coche como nuevo medio de transporte (Adiós, querida bici). Y, sobre todo, la entrada libre a las discotecas con el carné de identidad por delante. Se acabaron las malas falsificaciones del DNI. Y el esperar a una pelea y al despiste de los miembros de seguridad para acceder a la pista de baile. Qué tiempos aquellos de ignorancia y ganas locas de aprender. De comerse del mundo.

Recuerdo que mi madre me decía entonces que no tuviese prisa por cumplir los mitificados dieciocho. Que luego la vida ponía la velocidad de crucero y que entonces ya no había quién la parase. Y como siempre, mi madre tenía razón. Sin apenas darme cuenta me he colocado a tiro de la treintena. Poco queda ya de aquel chico imberbe que celebraba como una victoria el acceso a una discoteca antes de la mayoría de edad. Resisten en pie sus sueños. Algunos ya cumplidos. Otros apunto de hacerlo. Y el deseo de que una vez nacida Mara, la vida se equivoque y vuelva a pulsar el botón de slow para disfrutar a cámara lenta los maravillosos momentos que están por venir.

“Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene. Y es verdad. Lo que no dicen es que cuando se vuelve a poner en marcha lo hace aún más rápidamente para recuperar lo perdido”, Albert Finney (Big Fish)

2 respuestas

  1. Avatar
    25 septiembre 2013 at 10:42 am

    Me ha sorprendido gratamente este primer texto que leo de ti… me gusta esa forma de transmitir sentimientos. Creo que la visión que como padre nos puedes ofrecer va a ser muy interesante para la blogesfera maternal! Enhorabuena compadre! El play está a punto de comenzar!
    Un abrazo, familia!

    • Avatar
      25 septiembre 2013 at 10:49 am

      Todo un honor este comentario para un papá bloguero que apenas cuenta con seis posts a sus espaldas 🙂 ¡Mil gracias! Con el nacimiento de Mara creo que tendré muchos más motivos y excusas (todavía) para no dejar nunca de actualizarlo. ¡Muchas gracias de nuevo por pasarte por el blog! Un abrazote grande!

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