Cuando Mara no está

Suelo decir que los hijos tienden a exaltar las dualidades, los sentimientos encontrados, el te quiero hasta el infinito y el te necesito lejos, aunque solo sea un rato. Con Mara me pasa a menudo, especialmente en este último año de rabietas incesantes, de llorar por todo, de discutir hasta la última de las decisiones que tomamos. Se hace difícil la vida cuando de ella desparecen los “sí” y todo lo colonizan los “no”; cuando hasta por el aparentemente más nimio de los asuntos tienes que negociar y dedicar 10, 15 o 30 minutos para llegar a acuerdos, como si lo que estuvieses decidiendo fuesen las enmiendas a una nueva ley educativa y no los peluches que se llevan al colegio, el tamaño de la rodaja de pan que le ofrecemos cuando nos la solicita o la cantidad de cereales que añadimos en su bebida de avena. Todo es susceptible de discusión y de provocar una rabieta. Y cuando digo todo, es TODO.

Así las cosas, la paciencia, que es un bien escaso y preciado (nunca sabes cuánto hasta que te conviertes en padre), ha ido menguando hasta el punto de encenderse el piloto que indica que has entrado en reserva. Y todo ello se traduce en una menor tolerancia a las rabietas; a esa voz que pone Mara cuando entra en bucle y que me genera la misma sensación que una tiza chirriando sobre la pizarra; a ese tener que negociarlo todo como si en cada una de nuestras acciones estuviese en juego el futuro del país. Y a la vez que menguaba la paciencia, como íntimo contrapunto, han llegado más picos de ansiedad de los que querría vivir y más pérdidas de nervios de las que me hubiese gustado tener. De esas que luego te hacen cargar durante horas (y días) con la pesada mochila de la culpa a cuestas. Y que te hacen prometerte ser mejor, tener más empatía, más capacidad de aguante, para luego volver a tropezar con las mismas piedras. Una y otra vez. Supongo que en eso consiste ser humano.

mara

En esos días de nervios y desesperación muchas veces pienso en lo bien que nos vendría que alguien viniese y se llevase a Mara unas horas para desconectar y cargar un poco el depósito de paciencia. Luego, puntualmente, suceden esas cosas y algún amigo o familiar viene y se lleva a Mara. Y entonces, extrañamente, en cuanto la vemos salir por la puerta y se despide con sus besos y sus abrazos, llevándose con ella toda la bondad y la inocencia que desprende, el efecto es el contrario. Porque cuando Mara no está, en casa sentimos un vacío imposible de llenar. Y la echamos infinitamente de menos. Y la añoramos cuando nos mandan vía WhatsApp alguna foto de esa sonrisa que cuando no está parece dejar la casa en penumbra. Y sentimos una necesidad inexplicable, porque no hay palabras para explicarla, de ir corriendo a por ella, de volverla a traer con nosotros, porque incluso cuando los días se ponen imposibles nuestra vida ya no tiene sentido alguno sin ella.

La semana pasada mi primo Emi, con el que he compartido los inolvidables veranos de la infancia y un sinfín de anécdotas familiares, me hizo llegar a casa ‘Lloráis porque sois jóvenes’, el poemario por el que ha sido reconocido con el prestigioso Premio de Poesía Hermanos Argensola. Mi primo tiene un hijo pocos meses menor que Mara y en uno de sus poemas, titulado ‘Así no hay quien gane el Premio Argensola’, refleja a la perfección todo esto que he intentado explicar yo durante los tres párrafos anteriores. Comparto con vosotros unos versos del poema, porque podría tirarme una vida escribiendo y no sería capaz de expresar tan bien, ni tan bonito, lo que siento cuando Mara no está:

Por ti olvidé el idioma fugaz de los zíngaros
y me mude a vivir dentro
de la palabra nosotros.

Y claro que añoro el tiempo en que yo era un solo
y usaba los verbos cuando y como quería,
pero no es nada comparado con tu ausencia de elefante
cuando no estás en casa y el silencio
no es paz sino desconcertante paréntesis del mundo.

19 respuestas

  1. Avatar
    Carol Martínez
    Responder
    21 noviembre 2016 at 11:02 am

    Que identificada me siento compañero! Ese “ni contigo ni sin ti” que alcanza su expresión máxima cuando nos convertimos en padres.
    Añoro los silencios sepulcrales y a la vez cuando (rara vez) suceden me ponen en estado de alerta y me dan más miedo que una manada de fieras.
    Echo en falta los viajes, conciertos, ir al cine (o ver una peli en casa tranquila ) pero ahora tampoco concibo nada de so sin carreras, mocos, gritos y rabietas (sí, los maravillosos dos).
    Que bonito y que difícil (y agotador) es criar!
    Un besazo familia!

    • Adrián Cordellat
      23 noviembre 2016 at 1:35 pm

      Resulta imposible ya imaginarse la vida sin ellos, ¿Verdad? ¡Gracias por tu comentario, Carol! Un besazo!

  2. Avatar
    Carolina Martínez
    Responder
    21 noviembre 2016 at 12:03 pm

    ¡Qué bien lo expresas todo! Me siento tan identificada y sí, la echo mucho de menos si algún rato no está y sí, a veces está para no saber por donde tirar…. Es terrible esa dualidad jeje
    Todas las otras cosas las podremos hacer antes de que nos demos cuenta. Serán ellas las que querrán estar con sus amigos y nosotros veremos la peli, iremos al teatro… echándolas de menos.
    Por cierto me llamo igual que el comentario anterior. ¡Qué casualidad!
    Sigue escribiendo, pones palabras a mis sentimientos. Gracias

    • Adrián Cordellat
      23 noviembre 2016 at 1:34 pm

      Muchas gracias por tus palabras, Carolina <3 Es una dualidad maravillosa 😉

  3. Avatar
    Nueve meses y un día después
    Responder
    21 noviembre 2016 at 4:22 pm

    Precioso poema… Creo que todos nos sentimos identificados en ese ni contigo ni sin ti. Cuando no están se les echa de menos y cuando están, sobre todo cuando están mal, se les echa de más. Je,je,je. Así es. Pero creo que es importante encontrar el equilibrio y saber disfrutar de los ratos sin ellos porque llegará un momento, aunque queda muuucho pero dicen que pasa muuuy rápido, en que la vida será sin ellos, cuando echen a volar.

  4. Avatar
    mina y maria
    Responder
    21 noviembre 2016 at 9:59 pm

    Igualito que con Mina, hoy se la llevo mi madre para que yo pudiera estudiar y fue salir por la puerta y empezar a echarla de menos, si es que no tenemos remedio, precioso poema, un abrazo y enhorabuena por el recien llegado 😉

  5. Avatar
    eva
    Responder
    21 noviembre 2016 at 10:24 pm

    Tal cual lo que siento.
    Yo no seria capaz de explicarlo mejor.

  6. Avatar
    Celia Ramón
    Responder
    22 noviembre 2016 at 12:22 am

    Dí que sí. Que es ni contigo ni sin tí, pero mucho, muchísimo más contigo. Dí que la paciencia brilla por su ausencia y sin embargo ha crecido una barbaridad desde que llegaron a casa los hijos. Dí que escribes muy bonito y que tu primo es un poeta para no olvidar. A veces quiero desaparecer un poco y que alguien se lleve un rato a mi par de dos (los gemelos valen por tres o cuatro, es agotador, intenso, maravilloso, todo reconcentrado). Pero enseguida los llamo para saber de ellos. Y de fondo se oye un “ahora no puedo ponerme que estoy muy ocupado”. Ay!

  7. Avatar
    Bea
    Responder
    22 noviembre 2016 at 9:23 pm

    Me siento totalmente identificada, esas ganas a veces de un respiro y esa sensación de necesitarlo cuando por fin tienes ese respiro aunque sea un mini periodo de tiempo.

  8. Avatar
    Vane
    Responder
    23 noviembre 2016 at 4:28 pm

    Recién llegado? Ya ha nacido Leo?? Ay madre que rápido! FELICIDADES familia. Muchos besos, abrazos y fanegas de paciencia compañero!

    • Avatar
      Vane
      Responder
      23 noviembre 2016 at 4:28 pm

      Por cierto, cuanta razón tienes y muy bonito el poema.

    • Adrián Cordellat
      24 noviembre 2016 at 7:40 am

      Ya está aquí, Vane! 🙂 ¡Muchas gracias!

  9. Avatar
    Enrique
    Responder
    8 diciembre 2016 at 10:42 pm

    Una manifestación más del clásico que dice que sólo la pérdida puede desvelar cuánto queremos realmente a alguien o algo, aunque sea, como en este caso, una ausencia temporal.

    Para sorpresa de muchos de nuestros amigos, nosotros aún no hemos pasado más de una hora solos sin nuestra hija. Fue unos meses a la guardería, es cierto, pero nunca estuvo la casa vacía para nosotros ni compartimos mamá y yo ese rato de desconcertante descanso en pareja. Y, la verdad, no puedo ni quiero ni imaginármelo.

    • Adrián Cordellat
      9 diciembre 2016 at 7:18 am

      Nosotros en tres años en contadas ocasiones. Hay días que se nos hacen súper cuesta arriba. Luego se van una hora y parece que nos han quitado las piernas y ya no sabemos andar 🙂

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